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lunes, 21 de febrero de 2011

LOS PAYASOS Y LOS PACIENTES


LOS PAYASOS Y LOS PACIENTES...

Juan Carlos Salazar Jiménez

Psicólogo

Integrante Grupo Titiriclaun.

Manizales.

La risa produce en los seres humanos un efecto inmediato: reacción estimulatoria cerebral y corporal, evocación de recuerdos y necesidad de proyectar emociones.

Un evocador natural es el payaso, figura utilizada desde millares de años por el humano para intervenir diferentes aspectos en la cotidianidad de las personas. La vestimenta, los objetos, la diversidad de alternativas y recursos mentales, la actividad teatral y su herramienta inefable, la nariz, hacen que el mundo cambie para estar mejor.

Su intervención en diferentes espacios sociales ha sido utilizado por que entretiene y genera diversidad de emociones. Dentro del ámbito hospitalario, sus recursos técnicos permiten que los pacientes dejen aun lado los sentimientos tristes y de dolor, por sensaciones de sorpresa, recuerdos de infancia, motivación y estímulos directos en el sistema inmunológico.

El ambiente hospitalario esta cargado de emociones, sensaciones, dolores, esperanzas, desesperanzas, fatigas, angustias, depresiones, órdenes, temores, indicaciones entre otros aspectos, sin embargo, a pesar del avance en la comprensión de los estados del ánimo del paciente, de la acción directa en la búsqueda del bienestar del mismo, siempre hay elementos que quedan cortos como es la particularización del enfermo, la individualización de la persona como tal, el acompañamiento por el conglomerado familiar, y aún más, la permisividad de estrategias que coadyuven al mejoramiento en el sentir del estado emocional del paciente.

La técnica que realiza el payaso que interviene en el ambiente hospitalario, se usa hace muchos años en diferentes partes del mundo, con avances significativos en la calidad de vida de las personas, bien para encontrar un mejoramiento o bien un acompañamiento directo que estimula la persona en todas sus dimensiones. Es la teoría contraria a la rigidez, es la apertura al conocimiento mediante distintas disciplinas como coadyuvantes a la ciencia médica, es la aplicación de la acción afectiva en la interrelación de los humanos, es la evocación de la risa como un elemento que implica miles de recursos corporales y sociales, es la disminución de temores de sentir y percibir, es mostrar la realidad de una manera agradable y menos ansiosa como es la vida dentro de una institución hospitalaria, es disfrutar de los instantes a pesar del dolor, es simplemente un acto de amor...

El payaso y el paciente, una interrelación directa que provoca ser analizada y comprendida por los más eruditos y hasta las personas del común, ¿qué pasa en ese momento?, ¿qué se mueve dentro de la mente de un ser que está recibiendo tratamiento y una persona que llega vestida de colores y con una nariz roja como argumento para modificar el entorno?.

La mente humana es tan poderosa como lo son las estrategias que utiliza para calmar y hacer comprender la realidad. La risa devela el misterio, solo produce una respuesta: movimiento corporal y sentimientos de felicidad. Eso hace el estratégico payaso, instantes de felicidad que no deben ser olvidados y que rompen con la rigidez estructural de la acción curativa de los pacientes.

Los pacientes son seres que habitan un lugar prestado, un colchón que ha sido utilizada por otros, un servicio a la cama que lleva cócteles de medicamentos, un disponer las manos para que las agujas penetren y dejen fluir lo ordenado por un profesional. Los pacientes son seres a los que se les aplican novedad de medicamentos como recursos para seguir viviendo, y otras muchas cosas más que puede decirse de los huéspedes hospitalarios.

Los payasos son seres sonrientes, llenos de colores, respetuosos de la vida y del dolor, analíticos de las situaciones, provocadores de reacciones y respuestas, recursivos para servir y hacer reír. Dentro del hospital su intención es modificar, eso es romper con la cotidianidad rutinaria de los días y las noches, de las vivencias de los dolientes.

Ahora, hay pacientes con distintas condiciones. No es lo mismo trabajar con niños que con adolescentes, cada uno tiene su propio principio evolutivo. Veamos, un niño disfruta solo con el hecho de que le hagan una mueca, le muestren un objeto, le “payaseen”. El niño deja a la libertad de la imaginación soñar lo que el payaso le muestra. Se hunde en las profundidades de la curiosidad. Desea saber el cómo y el por qué quien está al frente lo conoce y solo con un movimiento u objeto le hace reír. No hay interrogantes, hay libertad en el accionar y en la respuesta. El payaso al niño hospitalizado le permite soñar que esta en otro lugar, le inventa escenas, le saca de esa realidad dolosa y lo lleva a olvidar momentáneamente lo que esta vivenciando, le indica que el hospital puede convertirse también en un sitio de juego, en un lugar en que puede seguir riendo y le muestra otra manera para que se ayude a sí mismo a mejorar tanto físicamente como psicológicamente.

El payaso y el niño se funden en un placentero estar, en un disfrute y en un momento de felicidad. No importa que sea corto el compartir, importa lo que generó y la expectativa, de que siempre llegará ese alguien vestido de color y de nariz roja a hacerle sentir bien...

Con el adolescente la cosa cambia, la prevención ante todo, el prejuicio de la edad como elemento de protección natural. La acción del ridículo y de la prevención de qué me harán, de por qué a mi, del Yo ya no soy un niño, del déjeme tranquilo, vaya entretenga a otro a mi no. El adolescente es difícil de por sí debido a sus cambios estructurales (físicos, psicológicos y sociales), aún más, se complejiza el asunto cuando agrega a ello, la enfermedad.

Cuando el payaso ingresa a la habitación pretende que haya un cambio inmediato, que es lo que pasa con un niño. Sin embargo, con el adolescente la táctica cambia, solo ingresa y ve el terreno, solo espera una respuesta afirmativa del si puede o no desarrollar su actividad. Con el adolescente no se sabe que respuesta da, por eso, debe desarrollar su capacidad de improvisar, crear cosas nuevas y recurrir a todos los objetos, las “cosas” que ve dentro de la habitación. Hay que desdibujar la mente prevenida del adolescente, hay que desestructurar la razón y llevarlo a la emoción, al instante placentero que puede tener con solo mover su comisura labial. Eso es, no requiere que se mueva, solo basta “mostrar los dientes agradablemente”.

El adolescente es analizado en el instante, y ese resultado da pie para construir el sueño que el quiere. Esa es la forma, una de tantas que puede haber en los juegos teatrales. El juego es tú a tú, persona a persona, payaso a paciente. sin ridiculizar, sin complejizar ni poner a pensar demasiado. Solo basta provocar. Se Evita que racionalice, hay un respeto total y acción por ejecutar...

La experiencia anterior, con niños y adolescentes, la vivenciaron los integrantes del grupo titiriclaun en un hospital infantil, logrando poner color y sentido de afecto a los pacientes, al personal asistencial y administrativo, a los familiares y a los visitantes. El aporte a la ciencia es uno, pueden compartirse actividades de este tipo en la institución hospitalaria, el bienestar que se logra por parte de ambas partes es importante, por que siempre se demuestra que debe haber motivadores para mejorar la calidad de vida de la persona. Esta conclusión es tan simple como reír...

Ahora, otro elemento dentro de la estructura del payaso y el paciente, el trabajo con el paciente adulto y el adulto mayor dentro de una institución hospitalaria.

El adulto es una persona que tiene de por si varios factores a su haber, trabajo, vivienda, un espacio familiar, un orden de ideas para laborar o realizar otro tipo de actividades, una respuesta analítica y consciente de lo que sucede en el mundo, una perspectiva ya de experiencia para enfrentar las diferentes circunstancias de la vida. Sin embargo, cuando esta enfermo y resguardado en un sitio como es el de la habitación hospitalaria, inunda la soledad, surge desde lo profundo del ser la sensación de abandono y vacío, aparece la contradicción de las restricciones de la visita, la esperanza de que pronto vendrán, contarán cosas que suceden con otros miembros de la familia y con el discurrir del hogar. Un adulto enfermo cambia de inmediato el temperamento, se torna prevenido, pide explicaciones en el que hacer, esta atento a las indicaciones y siempre esta a la expectativa de la indicación de salida o de realmente que es lo que sucede dentro del cuerpo.

Los días van pasando y las emociones se encuentran más. los pequeños resabios que se tienen no son tenidos en cuenta, lo que uno quiere ya no se puede hacer, todo debe esperar que se lo hagan, y siempre la atención se va volviendo molesta por que la interrupción del sueño o la conciliación para pensar en si mismo se vuelve pública. El adulto entiende que todos hablan de él y su enfermedad y solo se habla de si esta bien o si esta mal.

Cuando el payaso ingresa a la sala del hospital ve adultos expectantes, esperando no se rían de ellos o les molesten la vida. No esperan un payaso solo esperan la figura del médico que indique orden de salida. A veces se siente molestia por no querer pasar “penas” ante los demás. El payaso mide el dolor de la habitación, calcula la acción y ve las limitantes tanto físicas como mentales de la persona. Inicia buscando la manera de interrelacionarse entre adultos, teniendo en cuenta la capacidad de respuesta. Cuando hay risa el trabajo continúa, explorando emociones y sentimientos, preguntando algunos detalles de importancia y subiendo poco a poco las emociones, hasta provocar completa confianza.

El payaso se desliza entonces fácilmente por las aventuras que de niños vivieron y deja que el otro, ese pacientes disfrute del momento, hable, cante, ría, invente, explore y disfrute de la compañía. Todo sirve, la sandalia se vuelve un juguete, el pocillo, el teléfono, la cama, los instrumentos que portan líquidos, en fin, la imaginación revive el instante y provoca sensación de agrado. El paciente adulto se siente bien solo con la compañía, con la ruptura del blanco y con el devenir de las palabras chistosas o las pequeñas travesuras. Y se vuelve niño, haciendo que sus familiares también se dejen llevar por la tranquilidad en que se encuentra. Aquí, el payaso es un instrumento de descarga emocional, consciente de su función permite que le ridiculicen, le burlen y reciba todas las emociones encontradas que proyecta el paciente.

Un payaso y un adulto son dos grandes amigos riendo, disfrutando de lo que hay y permitiendo sentir la capacidad de respirar profundo, estar mejor y jugar sin restricciones...

Pero también, hay pacientes adultos que no quieren nada, que le temen a los payasos o estos le recuerdan grandes temores. Restringen su emociones, ponen obstáculos y limitan el trabajo. Sienten que se van a reír de ellos en su cara, que van a abusar de la confianza y lo peor, los ridiculizarán. Aquí, la sabiduría y el arte del payaso detiene ese momento, solo ingresa, saludo, da apoyo verbal y dice hasta luego... no forza reír, solo provoca la sensación que siempre atento estará cuando lo necesiten. De inmediato se relaja, respira profundo, descansa y se despide. La función se cumplió, el payaso permitió la ruptura y generó el efecto deseado... poner a pensar a la persona...

El trabajo con adultos se vuelve difícil cuando las palabras no salen, cuando los recursos técnicos actorales y mentales se bloquean por el dolor que producen verlos allí recluidos. Por que en los adultos las enfermedades son más graves, más profundas y las sensaciones de dolor son más melancólicas... pero también se vuelve fácil cuando existe la conexión de la mirada entre ambos (payaso – paciente), se disfruta cuando se permite liberar la alegría y que ambos puedan sentirse feliz.

El payaso y el paciente adulto mayor. Estos casi no desean moverse de su lugar. Desean estar quietos para evitar más dolor, poco participan y solo están absortos, con miedo de que les digan que es su momento o que la enfermedad que llevan consigo sea fatal. Están ahí, ansiando estar con sus familiares, esperando que lleguen, sus ojos pesan por que casi no pueden dormir, antes tenían trastornos de sueño ahora hospitalizados peor. Siempre hay condiciones especiales para entrar, pregunta el payaso al personal, por que algunos de ellos están atados a respiradores, otros están semiconscientes, otros están esperando que alguien les visite y otros están llenos de mal genio esperando que entre cualquiera para descargar esa emoción.

El payaso y el adulto mayor tienen una interrelación especial, no hay que hablar tanto pero si hay que utilizar objetos que les permitan evocar sus emociones y sensaciones en la vida. Una balero, un trompo, un yoyo. Una canción en armónica, un sonido de caja musical, un gesto o un aquí estoy, alegran la vida. Casi ni ríen pero sienten que están acompañados por muchos y que son también tenidos en cuenta.

El recurso técnico del payaso es proyectarse mentalmente a su propia vejez, y ver como quisiera ser tratado, así permite que el otro disfrute. Solo basta un toque en la mano o una pequeña caricia para que los ojos expresen tranquilidad. Aún cuando están inconscientes el payaso actúa, emite sonidos e interpreta bellas melodías por que sabe que en fondo de la mente de ese ser, aún escucha y espera descansar...

El trabajo del payaso en un hospital de adultos y adultos mayores se vuelve más complejo, más elaborado pero a la vez más permisivo por que inunda la libertad y la sensación de reír intensamente. Esa ha sido la experiencia del grupo titiriclaun en una institución con estas características.

Ser payaso es difícil cuando no se es payaso. Ser feliz es difícil cuando solo se piensa en lo que va a suceder si se hace algo. Estar contento solo depende de sí mismo y de la tranquilidad que haya en las emociones y en la vida de la persona. Así es la acción terapéutica de los payasos, permitir que el Otro vaya diluyendo sus sentimientos de dolor y los descomponga completamente hasta convertirlos en argumentos de tranquilidad.

Trabajar en una institución hospitalaria ha permitido volar la imaginación, convertir los objetos, sacar el dolor por las ventanas, hacer reír hasta el más serio o ponerlo simplemente a pensar. Bailar, cantar, aprender, disfrutar, romper la rutina, mostrar que la enfermedad le tiene miedo a la risa, y que gozar no requiere de muchos artilugios, solo basta estar atento para que cuando entre a la habitación un titiriclaun con nariz roja... la risa inunde el corazón... se vuelvan más amigos y griten de emoción...

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