



















LOS PAYASOS Y LOS PACIENTES...
Juan Carlos Salazar Jiménez
Psicólogo
Integrante Grupo Titiriclaun.
Manizales.
La risa produce en los seres humanos un efecto inmediato: reacción estimulatoria cerebral y corporal, evocación de recuerdos y necesidad de proyectar emociones.
Un evocador natural es el payaso, figura utilizada desde millares de años por el humano para intervenir diferentes aspectos en la cotidianidad de las personas. La vestimenta, los objetos, la diversidad de alternativas y recursos mentales, la actividad teatral y su herramienta inefable, la nariz, hacen que el mundo cambie para estar mejor.
Su intervención en diferentes espacios sociales ha sido utilizado por que entretiene y genera diversidad de emociones. Dentro del ámbito hospitalario, sus recursos técnicos permiten que los pacientes dejen aun lado los sentimientos tristes y de dolor, por sensaciones de sorpresa, recuerdos de infancia, motivación y estímulos directos en el sistema inmunológico.
El ambiente hospitalario esta cargado de emociones, sensaciones, dolores, esperanzas, desesperanzas, fatigas, angustias, depresiones, órdenes, temores, indicaciones entre otros aspectos, sin embargo, a pesar del avance en la comprensión de los estados del ánimo del paciente, de la acción directa en la búsqueda del bienestar del mismo, siempre hay elementos que quedan cortos como es la particularización del enfermo, la individualización de la persona como tal, el acompañamiento por el conglomerado familiar, y aún más, la permisividad de estrategias que coadyuven al mejoramiento en el sentir del estado emocional del paciente.
La técnica que realiza el payaso que interviene en el ambiente hospitalario, se usa hace muchos años en diferentes partes del mundo, con avances significativos en la calidad de vida de las personas, bien para encontrar un mejoramiento o bien un acompañamiento directo que estimula la persona en todas sus dimensiones. Es la teoría contraria a la rigidez, es la apertura al conocimiento mediante distintas disciplinas como coadyuvantes a la ciencia médica, es la aplicación de la acción afectiva en la interrelación de los humanos, es la evocación de la risa como un elemento que implica miles de recursos corporales y sociales, es la disminución de temores de sentir y percibir, es mostrar la realidad de una manera agradable y menos ansiosa como es la vida dentro de una institución hospitalaria, es disfrutar de los instantes a pesar del dolor, es simplemente un acto de amor...
El payaso y el paciente, una interrelación directa que provoca ser analizada y comprendida por los más eruditos y hasta las personas del común, ¿qué pasa en ese momento?, ¿qué se mueve dentro de la mente de un ser que está recibiendo tratamiento y una persona que llega vestida de colores y con una nariz roja como argumento para modificar el entorno?.
La mente humana es tan poderosa como lo son las estrategias que utiliza para calmar y hacer comprender la realidad. La risa devela el misterio, solo produce una respuesta: movimiento corporal y sentimientos de felicidad. Eso hace el estratégico payaso, instantes de felicidad que no deben ser olvidados y que rompen con la rigidez estructural de la acción curativa de los pacientes.
Los pacientes son seres que habitan un lugar prestado, un colchón que ha sido utilizada por otros, un servicio a la cama que lleva cócteles de medicamentos, un disponer las manos para que las agujas penetren y dejen fluir lo ordenado por un profesional. Los pacientes son seres a los que se les aplican novedad de medicamentos como recursos para seguir viviendo, y otras muchas cosas más que puede decirse de los huéspedes hospitalarios.
Los payasos son seres sonrientes, llenos de colores, respetuosos de la vida y del dolor, analíticos de las situaciones, provocadores de reacciones y respuestas, recursivos para servir y hacer reír. Dentro del hospital su intención es modificar, eso es romper con la cotidianidad rutinaria de los días y las noches, de las vivencias de los dolientes.
Ahora, hay pacientes con distintas condiciones. No es lo mismo trabajar con niños que con adolescentes, cada uno tiene su propio principio evolutivo. Veamos, un niño disfruta solo con el hecho de que le hagan una mueca, le muestren un objeto, le “payaseen”. El niño deja a la libertad de la imaginación soñar lo que el payaso le muestra. Se hunde en las profundidades de la curiosidad. Desea saber el cómo y el por qué quien está al frente lo conoce y solo con un movimiento u objeto le hace reír. No hay interrogantes, hay libertad en el accionar y en la respuesta. El payaso al niño hospitalizado le permite soñar que esta en otro lugar, le inventa escenas, le saca de esa realidad dolosa y lo lleva a olvidar momentáneamente lo que esta vivenciando, le indica que el hospital puede convertirse también en un sitio de juego, en un lugar en que puede seguir riendo y le muestra otra manera para que se ayude a sí mismo a mejorar tanto físicamente como psicológicamente.
El payaso y el niño se funden en un placentero estar, en un disfrute y en un momento de felicidad. No importa que sea corto el compartir, importa lo que generó y la expectativa, de que siempre llegará ese alguien vestido de color y de nariz roja a hacerle sentir bien...
Con el adolescente la cosa cambia, la prevención ante todo, el prejuicio de la edad como elemento de protección natural. La acción del ridículo y de la prevención de qué me harán, de por qué a mi, del Yo ya no soy un niño, del déjeme tranquilo, vaya entretenga a otro a mi no. El adolescente es difícil de por sí debido a sus cambios estructurales (físicos, psicológicos y sociales), aún más, se complejiza el asunto cuando agrega a ello, la enfermedad.
Cuando el payaso ingresa a la habitación pretende que haya un cambio inmediato, que es lo que pasa con un niño. Sin embargo, con el adolescente la táctica cambia, solo ingresa y ve el terreno, solo espera una respuesta afirmativa del si puede o no desarrollar su actividad. Con el adolescente no se sabe que respuesta da, por eso, debe desarrollar su capacidad de improvisar, crear cosas nuevas y recurrir a todos los objetos, las “cosas” que ve dentro de la habitación. Hay que desdibujar la mente prevenida del adolescente, hay que desestructurar la razón y llevarlo a la emoción, al instante placentero que puede tener con solo mover su comisura labial. Eso es, no requiere que se mueva, solo basta “mostrar los dientes agradablemente”.
El adolescente es analizado en el instante, y ese resultado da pie para construir el sueño que el quiere. Esa es la forma, una de tantas que puede haber en los juegos teatrales. El juego es tú a tú, persona a persona, payaso a paciente. sin ridiculizar, sin complejizar ni poner a pensar demasiado. Solo basta provocar. Se Evita que racionalice, hay un respeto total y acción por ejecutar...
La experiencia anterior, con niños y adolescentes, la vivenciaron los integrantes del grupo titiriclaun en un hospital infantil, logrando poner color y sentido de afecto a los pacientes, al personal asistencial y administrativo, a los familiares y a los visitantes. El aporte a la ciencia es uno, pueden compartirse actividades de este tipo en la institución hospitalaria, el bienestar que se logra por parte de ambas partes es importante, por que siempre se demuestra que debe haber motivadores para mejorar la calidad de vida de la persona. Esta conclusión es tan simple como reír...
Ahora, otro elemento dentro de la estructura del payaso y el paciente, el trabajo con el paciente adulto y el adulto mayor dentro de una institución hospitalaria.
El adulto es una persona que tiene de por si varios factores a su haber, trabajo, vivienda, un espacio familiar, un orden de ideas para laborar o realizar otro tipo de actividades, una respuesta analítica y consciente de lo que sucede en el mundo, una perspectiva ya de experiencia para enfrentar las diferentes circunstancias de la vida. Sin embargo, cuando esta enfermo y resguardado en un sitio como es el de la habitación hospitalaria, inunda la soledad, surge desde lo profundo del ser la sensación de abandono y vacío, aparece la contradicción de las restricciones de la visita, la esperanza de que pronto vendrán, contarán cosas que suceden con otros miembros de la familia y con el discurrir del hogar. Un adulto enfermo cambia de inmediato el temperamento, se torna prevenido, pide explicaciones en el que hacer, esta atento a las indicaciones y siempre esta a la expectativa de la indicación de salida o de realmente que es lo que sucede dentro del cuerpo.
Los días van pasando y las emociones se encuentran más. los pequeños resabios que se tienen no son tenidos en cuenta, lo que uno quiere ya no se puede hacer, todo debe esperar que se lo hagan, y siempre la atención se va volviendo molesta por que la interrupción del sueño o la conciliación para pensar en si mismo se vuelve pública. El adulto entiende que todos hablan de él y su enfermedad y solo se habla de si esta bien o si esta mal.
Cuando el payaso ingresa a la sala del hospital ve adultos expectantes, esperando no se rían de ellos o les molesten la vida. No esperan un payaso solo esperan la figura del médico que indique orden de salida. A veces se siente molestia por no querer pasar “penas” ante los demás. El payaso mide el dolor de la habitación, calcula la acción y ve las limitantes tanto físicas como mentales de la persona. Inicia buscando la manera de interrelacionarse entre adultos, teniendo en cuenta la capacidad de respuesta. Cuando hay risa el trabajo continúa, explorando emociones y sentimientos, preguntando algunos detalles de importancia y subiendo poco a poco las emociones, hasta provocar completa confianza.
El payaso se desliza entonces fácilmente por las aventuras que de niños vivieron y deja que el otro, ese pacientes disfrute del momento, hable, cante, ría, invente, explore y disfrute de la compañía. Todo sirve, la sandalia se vuelve un juguete, el pocillo, el teléfono, la cama, los instrumentos que portan líquidos, en fin, la imaginación revive el instante y provoca sensación de agrado. El paciente adulto se siente bien solo con la compañía, con la ruptura del blanco y con el devenir de las palabras chistosas o las pequeñas travesuras. Y se vuelve niño, haciendo que sus familiares también se dejen llevar por la tranquilidad en que se encuentra. Aquí, el payaso es un instrumento de descarga emocional, consciente de su función permite que le ridiculicen, le burlen y reciba todas las emociones encontradas que proyecta el paciente.
Un payaso y un adulto son dos grandes amigos riendo, disfrutando de lo que hay y permitiendo sentir la capacidad de respirar profundo, estar mejor y jugar sin restricciones...
Pero también, hay pacientes adultos que no quieren nada, que le temen a los payasos o estos le recuerdan grandes temores. Restringen su emociones, ponen obstáculos y limitan el trabajo. Sienten que se van a reír de ellos en su cara, que van a abusar de la confianza y lo peor, los ridiculizarán. Aquí, la sabiduría y el arte del payaso detiene ese momento, solo ingresa, saludo, da apoyo verbal y dice hasta luego... no forza reír, solo provoca la sensación que siempre atento estará cuando lo necesiten. De inmediato se relaja, respira profundo, descansa y se despide. La función se cumplió, el payaso permitió la ruptura y generó el efecto deseado... poner a pensar a la persona...
El trabajo con adultos se vuelve difícil cuando las palabras no salen, cuando los recursos técnicos actorales y mentales se bloquean por el dolor que producen verlos allí recluidos. Por que en los adultos las enfermedades son más graves, más profundas y las sensaciones de dolor son más melancólicas... pero también se vuelve fácil cuando existe la conexión de la mirada entre ambos (payaso – paciente), se disfruta cuando se permite liberar la alegría y que ambos puedan sentirse feliz.
El payaso y el paciente adulto mayor. Estos casi no desean moverse de su lugar. Desean estar quietos para evitar más dolor, poco participan y solo están absortos, con miedo de que les digan que es su momento o que la enfermedad que llevan consigo sea fatal. Están ahí, ansiando estar con sus familiares, esperando que lleguen, sus ojos pesan por que casi no pueden dormir, antes tenían trastornos de sueño ahora hospitalizados peor. Siempre hay condiciones especiales para entrar, pregunta el payaso al personal, por que algunos de ellos están atados a respiradores, otros están semiconscientes, otros están esperando que alguien les visite y otros están llenos de mal genio esperando que entre cualquiera para descargar esa emoción.
El payaso y el adulto mayor tienen una interrelación especial, no hay que hablar tanto pero si hay que utilizar objetos que les permitan evocar sus emociones y sensaciones en la vida. Una balero, un trompo, un yoyo. Una canción en armónica, un sonido de caja musical, un gesto o un aquí estoy, alegran la vida. Casi ni ríen pero sienten que están acompañados por muchos y que son también tenidos en cuenta.
El recurso técnico del payaso es proyectarse mentalmente a su propia vejez, y ver como quisiera ser tratado, así permite que el otro disfrute. Solo basta un toque en la mano o una pequeña caricia para que los ojos expresen tranquilidad. Aún cuando están inconscientes el payaso actúa, emite sonidos e interpreta bellas melodías por que sabe que en fondo de la mente de ese ser, aún escucha y espera descansar...
El trabajo del payaso en un hospital de adultos y adultos mayores se vuelve más complejo, más elaborado pero a la vez más permisivo por que inunda la libertad y la sensación de reír intensamente. Esa ha sido la experiencia del grupo titiriclaun en una institución con estas características.
Ser payaso es difícil cuando no se es payaso. Ser feliz es difícil cuando solo se piensa en lo que va a suceder si se hace algo. Estar contento solo depende de sí mismo y de la tranquilidad que haya en las emociones y en la vida de la persona. Así es la acción terapéutica de los payasos, permitir que el Otro vaya diluyendo sus sentimientos de dolor y los descomponga completamente hasta convertirlos en argumentos de tranquilidad.
Trabajar en una institución hospitalaria ha permitido volar la imaginación, convertir los objetos, sacar el dolor por las ventanas, hacer reír hasta el más serio o ponerlo simplemente a pensar. Bailar, cantar, aprender, disfrutar, romper la rutina, mostrar que la enfermedad le tiene miedo a la risa, y que gozar no requiere de muchos artilugios, solo basta estar atento para que cuando entre a la habitación un titiriclaun con nariz roja... la risa inunde el corazón... se vuelvan más amigos y griten de emoción...
Juan Carlos Salazar Jiménez. Psi.
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Son las 9:00 AM, la unidad de oncología pediátrica esta ocupada por un solo habitante. Ha llegado a las 7:00 AM. Lo han traído temprano por que su papá, tuvo turno en la noche, debe ir a dormir para volver nuevamente a trasnochar. Es un hombre que cuida la ciudad y los ciudadanos, su oficio, policía.
El televisor resuena con un programa infantil, y tonadas vienen y van repitiendo las canciones que enseñan. Alejo, un pequeño de 4 años esta sentado en la silla reclinable, esperando que la enfermera le pase el medicamento quimioterápico correspondiente. Solo, a veces en la vida, hay pequeños que por diversas circunstancias deben aprender a estar solos. Este es el caso del personaje en mención. Pero nada le detiene, ha aprendido paulatinamente que debe soportar el dolor cuando intentan canalizar la vena, entiende que a veces su papá le puede acompañar y otras no. Ha comprendido que lo que tiene puede en algún momento volver a reincidir. Ha sentido que el amor y la risa son fuentes de inspiración para vivir.
Van llegando uno a uno, los demás habitantes del sitio. Otros niños y niñas que tienen cáncer, enfermedad que corroe la mente y estigmatiza el concepto de muerte. A veces, nuestras marcas determinan quien si y quien no, quien puede vivir y quien debe morir. Alejo ha aprendido que esta dispuesto a vivir y sentir, soñar y reír… por que eso hace cuando espera pacientemente que le digan, ya has terminado, vamos a esperar que vengan por ti, para que regreses de nuevo a casa…
Su historia tiene infinidad de sucesos, ha vivido más situaciones en la vida que muchos ciudadanos colombianos. Ha pasado desde la separación total de la familia, hasta no saber dónde y con quien va a vivir… y ahora, lo último, saber que tiene una enfermedad que para muchos es muerte en vida… y para otros, pocos quizás, es aprender a vivir y construir una nueva vida. Alejo, tiene según el médico oncólogo muchas posibilidades… de hecho, ya está en los últimos ciclos de medicamentos, pronto pasará a mantenimiento…
Quien es Alejo. Un cabeza rapada y brillante de 4 años, con dientes de leche perfectos… una sonrisa esplendorosa y una voz intensa que hace que el mundo vibre a sus pies… canta la rana y rin rin renacuajo… los pollitos y la mariposa que entra a la cocina y pide comida… No estudiaba, esta lejos de su padre y vivía en unas condiciones un poco difíciles, tal como lo hacen miles de niños (as) colombianos. Entre bambalinas y telones mostrando la realidad de este conmocionado país.
Solo la televisión lo detiene a mirar. Muy intensamente mira los dibujos animados que expresan poder, se sabe los nombres de los programas y canta a voz abierta que su papá… lo quiere mucho. Pero Alejo esta ahí, deduciendo lentamente su vida, esperando una esperanza que detenida está. Viendo que otros pueden estar acompañados con sus padres… a él, no, le tocó diferente pero él sabe que todos somos diferentes… a ratos es difícil comprender que el cáncer madura rápidamente a las personas, les hace crecer mentalmente más, y ven la vida con otros ojos… la visión de la vida en toda su dimensión. Por eso disfruta de un tarro de galletas como de una tambora al sonar. Pero lo que más disfruta es cuando un ser de cuatro patas, se acuesta al lado para hacerle compañía.
Si Alejo esta esperando ansiosamente que lleguen los perros de terapia ha acompañarle un rato, ha hacerle sentir cosa bellas: una caricia, un lenguetazo, un meneo de cola y una mirada tierna y fija.
Por qué no han llegado los perros pregunta. Repuesta, están próximos a llegar. Es que los están bañando muy bien, para que puedan estar aquí. Se están demorando… ya van a llegar…
Sus ojos entre el televisor y la puerta no dejan de moverse. No deja de estar ansioso por saber, cuál raza y que perro es el que le va a visitar. Todo es sorpresa… es mejor así, la vida debe estar llena de sorpresas y emociones, a veces cuando uno le advierten, la emoción de la vida cambia, y el suceso se vuelve frío. El sonido del timbre replica en la unidad… Alejo Grita… llegaron… llegaron… están aquí…
Es cierto. Han ingresado ya a la unidad. Cargados los traen para que no tengan contacto en ningún otro lugar por el momento… por que las condiciones de bioseguridad y las indicaciones de epidemiología lo exigen para esta actividad. Dos perros, un Welch Terrier por nombre Mizu y otra, la que impuso el trabajo, la experimentada de la acción, Ronna una Beagle que sabe que es lo que tiene que hacer… mimar a los niños y dejarse acariciar.
Buenos días… saludan las guías… buenos días, gritan los niños, habitantes ocasionales del lugar. Alejo con tono de hombre grande, grita más: Acuéstamela aquí, yo la quiero tocar… dicho y hecho, Adriana la guía empieza con Mizu, pero como es terrier, un poco inquieta de por sí, y claro apenas aprendiendo su quehacer… saca la lengua, menea la cola y como un juguete de cuerda se mueve lentamente sin causar problema alguno. Pero Alejo, dice le da susto, no le tiene confianza, esta sorprendido por que nunca había visto un perro que no se le cayera el pelo, duro y que cubría los ojos del animal. Es de pelo liso, le explican, y no hay problema por que nada te va a pasar.
Pero no… Alejo esta inquieto, y es el momento para Ronna, para super Ronna como la llaman los niños del lugar. Listo, un beso en la nariz, disimulando un lenguetazo inicial. Una mirada fija, un contacto visual y un entendimiento que hay que acompañar… mientras la quimioterapia se introduce por las venas y la aparente sensación de malestar se esconde por que le tiene miedo a los perros, entonces, Alejo se olvida de todo lo molesto y se pone a cantar… los pollitos dicen pio pio pio… cuando tienen hambre… y Ronna sorprendida por el canto, le busca para darle un beso en la mano. Risas y gritos de emoción… eso merece otra canción… la cucaracha ya no puede caminar… por que le falta algo para andar… y Ronna vuelve y hace lo mismo. Parece aplaudir de emoción, que alguien de cuatro años le dedique una canción…
Pero Alejo se reciente un poco. Hay cansancio e impresión, la quimioterapia ha acabado y ahora, líquidos por unas buenas horas más… pero eso no importa… acomódenmela bien… aquí a mi lado… para que me haga compañía dice…
Adriana, fielmente a seguir las indicaciones del niño y el perro, entiende el mensaje, Ronna sutilmente descansa entre las piernas del niño y el brazo de la silla. Está ahí, sintiendo como una mano suave le acaricia el lomo, como le toca las orejas y como la hace descansar… efecto perruno… ambos están relajados y ya poco se habla… Alejo ha empezado a dormitar.
Ronna y Alejo…una pareja sin par. Dormilones los dos están esperando que la vida les pueda dar mucho más. Para la primera, la sensación de llegar al hospital a laborar, vestida con chaleco especial y con ganas de hacer entender, que en el lenguaje y la comunicación, es mejor no preguntar: qué tienes o por que estas aquí, cuántos ciclos te faltan o cómo vas. Cómo esta el niño y si se va a curar… hemos visto que para Ronna es muy importante acompañar a alguien que lo necesita, aún más, en éste lugar. Y para Alejo, la emoción del día, le ha permitido sentirse bien, dejando a un lado los dolores y los miedos al estar sentado esperando que tengan que volverle a canalizar las venas… esta tranquilo, por que sabe que Ronna, la perra que a su lado está, lo esta cuidando de que nada le vaya a pasar…
Para finalizar… una canción bien bella, un beso de despedida, lenguetazo obligado y una frase que dice: “me quiere mucho, me ha dado un beso…”, y Adriana se retira con Mizu y Ronna, que ya han trabajado un buen rato… tres horas en una unidad de oncología pediátrica, siendo coadyuvantes al bienestar de los pacientes… bueno…hasta el viernes dentro de ocho días… vamos a ver quien vendrá…