Buscar este blog

viernes, 25 de marzo de 2011

MUJER...


MUJER

Juan Carlos Salazar Jiménez.

“No se quien las inventó, no se quien nos hizo ese favor, tuvo que ser Dios...”

Ricardo Arjona


Hay que comenzar diciendo que hablar de la mujer, es referirse a un sin número de aconteceres que encierran respuestas de amor, esperanza, alegría, ternura, sensaciones, interrogantes, placeres, deseos. Pero aún falta un punto más álgido y majestuoso, el saber que da vida; que enaltece el espíritu y siembra en los rincones de la sociedad cápsulas de sabiduría y orientación.

Tantos han hablado, tantos discursos se han dicho, tanto amor se ha engendrado y aún hoy, no hay acuerdo en el discurso que diga que es la mujer. Desde Borges hasta Arjona, desde Botero hasta Vallejo, desde Neruda hasta Picasso, desde mi abuelo hasta mi padre, desde el señor de la tienda hasta Paco de lucía, desde el conductor de un bus urbano hasta Ghandí, desde el portero del edificio hasta el médico. En fin, el hombre – incluyéndome a mí – tiene un discurso propio y anecdótico de su experiencia con la mujer, y éste, puede ser trascendente, bello, tosco, sutil, macabro o ignorante. Pero es un decir de la mujer vista desde el lenguaje del hombre.

De literatura estamos llenos, de canciones, de joyas, de palabras tiernas y dulces, de ansiedades intensas o de acomodaciones a las necesidades. Ahí vamos los hombres, intentando definir el concepto de mujer, ajeno a los prejuicios personales, sociales o dantescos. E intentando construir una visión de ella, desde el lenguaje del amor. Por que esa es la forma más sutil para hablar de ella. La mujer es el lenguaje del amor, que ha puesto Dios en éste planeta para ser el equilibrio de la vida, de la balanza de la sociedad, de la fuerza de las emociones, del sentir; mejor aún, del vivir.

Pienso hoy, de un texto que leí no hace mucho, una sociedad solo de un tipo de personas, o hombres o mujeres. No existiendo el otro. Negando la presencia del Otro como un apoyo de la vida, como un construir de sueños, como un sentir de deseos, como un poder estar en la sociedad o vivir en éste mundo. Quizás el escritor, querría decir, que tanta falta nos hacemos los unos a los otros, que tantos discursos anecdóticos o circunstanciales referimos para el decir de ese otro que necesitamos. O tal vez, querría dar a entender que es tanta la dureza que existe en el mundo humano, que la brecha discursiva entre el hombre y la mujer solo se ha centrado en el poder, y se ha olvidado ese lenguaje bello y dulce, el diálogo, la palabra, el encantamiento.

No sé, pero las presentes, dirán muchas cosas de nosotros los hombres, hoy aquí, en cabeza mía – sé que nadie me ha asignado, lo hecho yo mismo - como representante de un clan – si puede decirse así – que desde niño trae un legado, construir una vida acompañado de una persona que le comprenda, entienda, cobije y de alguna manera, le ayude a entender la vida. Y creo firmemente que ese apoyo solo lo da la mujer, pues las palabras son: una mujer es más que la materialidad supuesta ante los ojos, es la flor que nace del jardín de la vida, la estrella que se mira en el día, la luz que centella ante la melancolía de la noche, el jolgorio de la existencia y el devenir de la complacencia.

Y aún mis familiares hombres me han legado que a una mujer hay que quererla y amarla intensamente, sin hacerle daño, ni siquiera tocarla con el pétalo de una rosa si ella no lo permite, de quererla y respetarla, solo por que ella, es la flor más grande del jardín de Dios. Y pienso si es que me estoy engolosinando con el tema, solo, vienen las sensaciones de amor intenso que salen de un ser, que cree, que la mujer es el centro de un universo andante llamado hombre.

Pero aún me pregunto que es la mujer. Y tendré que hablar por mi mismo, si algún otro hombre se atreve, que lo haga o lo demuestre con su accionar día a día.

De dónde vengo. De una mujer, de una calurosa y tierna persona que permitió en sus entrañas, creciera. Y de un padre que ayudó a mi creación. Pero dejemos el tema del hombre para otro sitio, ahora es la mujer que es el centro de mi discurso. El centro de mi pasión. Mi madre es mujer, y no sé si como ella habrá muchas, creo que sí, las he visto caminar, por ahí correr, trabajar apasionadamente y contribuir al mejoramiento del mundo en que vivo. Y que tanto amor habrá, para permitir que su cuerpo tome otra forma, otro aspecto, para guardar en sus entrañas un cucullito de amor para la vida. Pero también las hay que por algún motivo, no pueden engendrar un ser, o que por decisión propia no desean parir, pero siguen siendo mujeres que dan a la vida ideas, palabras, tesura y fuerza para guiar a muchos, eso también es ser mamá. Afortunadas pues las mujeres por que generan vida de alguna u otra manera, y nos enseñan cada día a crecer.

Y en ese crecer, hay paciencia, jubilo, autoridad, disciplina y un querer inmenso. No importa el hijo o el chico del lado, el propio o el del vecino, el del conocido o del desconocido, el hombre enfermo o el curado, el que camina por ahí o el que le hace atenciones, mujer es madre dadora de vida para la vida misma. Y aún más, déjenmelo decir, para nosotros los del lado masculino.

También he pensado, que el gestar es el lenguaje de la vida, no solo el parir. Gestar ideas, gestar sistemas de amor, gestar paciencia, gestar laboriosidad, gesta humildad, gestar cordura o incentivos de amor, gestar, gestar, ese el lema, la mujer gesta vida para todos aquellos que estan a su lado, para aquellos que las entienden y permiten crecer a la par, para aquellos que creen firmemente que un poema describe la figura o la estructura o la vida interna de una mujer.

Cuántas veces, el hombre ha pensado que tanto puede decir, que tanto puede criticar, que tanto puede denigrar o utilizar a una mujer. No me disculpo por los otros, si no por mi mismo. Mi lenguaje de adolescente era utilitario, avivado y conmocionado por palabras de otros machos. Veía en la femina un sistema objetal o un atreverse hacia la materialidad, pues creo, también hay error en ellas, que patrocinan en nosotros la necesidad de utilizarlas y gozarlas sin protestar. Pero en fin, esa es la vida, y en la manera que uno se confronta con el mundo, encuentra que tantos mitos, creencias o decires, hacen que se actúe en la vida. A ratos siento que es un juego entre unos y otros, solo por poder, no por querer.

Hoy he aprendido que en aquella época, la dulzura se puede perder a conciencia propia, la creencia en el amor puede convertirse en un juego, el sentir del otro tenderá a confundirse y podrá caerse en un apocalipsis de ideas que desvirtúan la vida. Y que a veces – no hablo de todas - la mujer se sume en una necesidad que no es de ella, que es ajena, que es de la sociedad de consumo que se le impregna en los poros y la lleva a formar un ideal fantasioso o mentiroso de amor. La mujer se presta a un juego, a una necesidad de tener y poseer. Y que para algunas, continúa en la edad adulta, así no lo quieran creer.

Que temen ustedes, que las amemos, las dañemos o las corrompamos. Puede ser, a ratos somos los hombres así, un conglomerado de ideales que buscamos solo minimizar la vida, opacar a la mujer. Pero me adhiero a los creyentes en el amor, en la danza de la vida, en el glorioso encuentro con unos ojos femeninos, en el sentir unas manos tocando las mías, en el rostro del amor caminando por ahí, en el restablecimiento de lo romántico del día o de la noche. En la suave cadencia de la dulzura y preciosura de la mujer.

No sé por que hay algunos que creen en la fealdad, si ella no existe. Es simplemente un cuadro pintado por otros para hacernos creer que existe. Para quien hay mujeres feas, para unos cuantos, por que o si no, por que el hombre siempre termina buscando alguien quien le ame, y es ella, la mujer en su esplendor de brazos abiertos que dice: “aquí estoy, bienvenido amor”. Además, también hay unos que refieren de ella, un pecado o un mal necesario. Pobres de ellos por que su espíritu esta guardado en una caja de cartón en lo profundo del corazón. No han probado nunca que es el amor de una femina, que es la entrega incondicional en la noche o en el día, que es el encanto de los días, que es la alegría de la vida, que es el brindar cada día un pedazo de pan, una pequeña sonrisa o un gran consejo. Creo somos más pecadores nosotros los hombres que a ratos vamos desorientados por ahí, de mano en mano sin saber que es el querer. Con esto, puedo pasar de pecador para unos. Para mi simplemente, un admirador que habla con la verdad. La musa que le inspira en la vida cotidiana. Acéptenlo o no, no me interesa, por que lo he vivido y lo he sentido, la mujer es el milagro más hermoso de la creación.

Nosotros los machos tememos derretirnos en el amor, pues creemos perdemos el poder del amor. Bien, que se pierda por que los brazos cálidos de una mujer han sido los de una madre, de una empleada, de una enfermera, de una agente de la policía, de una vendedora, de una estrella, de una pintora, de una musa para los poetas, de un sentir para vivir. Ese es el encanto. La mujer que se desenvuelve en todas las esferas y no pierde su sazón, su decir o su manifestar que tanto ama la vida, que tanto nos quieren cada día. Que se arriesga y prefiere saber que va ahí, caminando a nuestro lado, como complemento o como guía, como apoyo o como la que da alimento a nuestro espíritu.

Pero también las he visto guerrear, competir o decir que el mundo hay que acabar. También las he visto maldecir al otro, desdecir de ellas mismas, criticarse fuertemente o opacarse por ideales. También vanagloriar que solo ellas pueden dar a la vida los hijos. Y nosotros qué – no quiero pasar por redimido – dónde quedamos. Hay que acordarse de que Dios nos ha creado hombres y mujeres, para que giremos en nuestra propia esfera, en nuestro compromiso de vida, en nuestro sortilegio de amor. Así que aquellas feminas que al inicio de éste párrafo se mencionan, creo están perdiendo el tiempo, están desequilibrando la balanza, están haciendo que luchemos en una guerra de géneros o en un simplemente jardín de cemento. Por que el poder no existe, lo hemos inventado nosotros mismos para no tener armonía, ni autonomía.

Y frente a ello, creo fielmente que la mujer es la armonía del espíritu, el equilibrio en el duro trajín del día; que bueno es llegar y saber que palabras cálidas te reciben, que un beso, un abrazo, un como te fue, te alientan para iniciar otra mañana, otra semana, otro mes, otro año y así, hasta el fin de los días. O cuando llegas al trabajo – en mi trabajo la mayoría son mujeres – ves una femina peinándose, poniéndose pondorosa, dando luz y fuerza para el día, queriendo decirle a todos aquellos a quien ella atiende, ¡ánimo, hoy es un buen día!. Así son ustedes las mujeres, un esplendor del día que a veces opacan el sol, o inundan el desierto, o se precian de recibir los más bellos escritos, canciones o miradas o regalos de amor sinceros, salidos o instados desde el corazón, que detienen el tráfico o que cuando caminan saben que alguien las mira, que instan al pensamiento de ilusos y soñadores, del ignorante o del loco, del cuerdo o del intelectual, del que cree es rey o del que se cree lacayo. Ustedes mujeres, mueven el mundo a su manera y nos dicen cada día que las queramos mucho, que las admiremos.

Eso es lo que causan, admiración y encanto en el esplendor de este mundo en que vivimos. Ustedes son el jardín de nuestros sueños, las flores de todos los colores y tamaños, que detienen cada instante a los hombres para decirles – sin necesidad de hablar – que podemos contar con ustedes por toda la eternidad. Eso despiertan ustedes en nosotros cada día. Y si algún hombre, desea refutar lo anterior, primero revise que sería de él viviendo en un país donde solo existieran hombres como al inicio de éste discurso. Creo hace mucho rato nos hubiéramos extinguido de la fas de la tierra.

y disculpen ustedes, por algunos hombres que no comprenden el compartir, que creen que todo lo pueden pedir, que solo dicen que ustedes nacieron para servir, que solo las utilizan como en un circo, para mostrarlas y regocijarse de sus encantos, que creen que con ustedes teniéndolas al lado pueden dominar el mundo, que desdicen y despotrican de sus cuerpos o los intentan transformar como muñecas de plástico o como objeto de consumo, o que creen que solo ustedes son recipientes del sexo, o excelentes para prostituirlas, o que son lavanderas, cocineras o simplemente, como escuche a un hombre en una cafetería, “las mujeres todas son rameras, pero que rameras tan buenas”, decía. U otro hombre decir que ustedes mujeres, solo sirven para la cama, o que son las que se prestan al juego de las necesidades del dinero. O que nunca podrán llegar a tener altos cargos por que no tienen adecuadamente el cerebro o por que son ignorantes. Me da pena con ustedes, pero es cierto, me incomoda que muchos de los de mi género pensemos así.

Me duele, claro que me duele, me duele el alma, también el cuerpo, por que el poco tiempo que he tenido en este hermoso planeta, he podido compartir con muchas, he podido sentirlas, alguna que otra ha permitido que la toque, las he escuchado hablar, las he sentido en su verdad, las he visto como reinas al caminar, las encuentro a todas bellas en su forma de ser, casi como estrellas que pueden mirarse, detenerlas y sentirlas.

Creo que ustedes ocupan un espacio muy bello en el corazón de muchos hombres que creemos en ustedes –esto no es una arenga - es solo un acontecer. Como lo ha hecho Milanés o Rodríguez en sus cantatas. Por que he aprendido de muchas, inmensidad de cosas, valga la redundancia, de mis abuelas, de mi madre, de mis profesoras de la escuela, de mis profesoras del colegio, de mis grandes guías en la universidad, de mis compañeras de trabajo, de mis amigas, de mis estudiantes, de las que caminan por ahí y chocan la mirada, de la señora que se sube a la buseta y se sienta en el puesto del lado y me cuenta la historia de sufrimiento, de dolor, pero a la vez sonríe y dice que Dios la ha cobijado con grandes cosas. De la señora de la revuelteria que le falta un diente, pero que no le importa por que lo único que dice es: “tome mijito esta bolsa de verduras para que se alimente bien”, y luego llega su príncipe y le da un beso apasionado no importando su figura o apariencia por que es que ella, se ha hecho querer. O de la mujer que tiene que renunciar a un querer por que el hombre no la desea más, por que como ignorante no ha visto que es lo que tiene, que su esposa o mujer también tiene derecho a cambiar, tiene derecho a envejecer, a decir y hablar, a trabajar o sentir. En este último caso, solo quiero decir, que a ratos ustedes, también lo hacen a uno aburrir – suena a defensa -. Y es duro saber que puede acabarse la compañía solo por el discutir, el no comprender al otro o simplemente por que según la sociedad, se ha vuelto fea y hay otras más buenas. Que feo suena, y ese es el lenguaje que hemos aprendido muchos de nosotros los hombres.

O también de la paciencia de la enfermera, cuando cuida calurosamente a sus pacientes, cuando les da una sonrisa de aliento, cuando les dice: “vamos, podemos hacerlo”. Cuando con sus manos suaves, coloca un apósito para limpiar una herida o para intentar que sus manos curen el dolor. Alguna vez estuve en un sitio donde me atendieron. Y vi una mano cálida, un “buenos días, como amanece usted hoy”, un aliento en mi interior, una voz que me decía, no hay de que preocuparse yo lo voy a cuidar hoy, que encanto, que sensación tan placentera, que agradable. Creo que mi rápida curación fue por que unas mujeres que me asistían tuvieron la suficiente capacidad de entender lo que quería y me brindaron su amor y entrega para una buena recuperación.

Quiero decirles que las he visto también desde otro extremo. Aquellas que creen que uno, quiere a toda hora hacerles daño, que viven prevenidas y acongojadas por sus dolores, que piensan que debemos tratarnos duros unos a otros, que creen que los hombres somos “burros” de carga, que debemos sostenerlas. Les pido disculpas, pero cuando me encuentro con una mujer así, lo único que puedo decir, es: “espero que le vaya muy bien hoy”, así sepa ya la respuesta: “y usted cree eso...”

Siento que las hemos aporriado tanto, que me es conveniente decir: “oye, hoy puedes vivir como mujer nuevamente”, y disfrutar de uno de nosotros que te pinte la luna de colores naranja, que se pueda sentar en una banca, en un atardecer maravilloso viendo pasar las garzas en un atardecer de arrebol. O que si deseas, puedes sentir el aroma cálido del viento que trae la montaña o la mar, o de las gracias que podemos darles cuando hacen su trabajo, o cuando son mamás, o cuando nos asisten en los dolores, o cuando tienen la suficiente fortaleza y paciencia para aceptarnos como somos.

O si quieres, ser alguien en la vida, solo basta que digas y sientas el amor te inunda, y verás llover muchos copos de algodón para que tu vida sea más tierna al caminar; y que también, podrás instar a los duendes o gnomos para que te dejen ver las mariposas volar en su inmensidad. Igual que Plaza y Arjona, las pintan a ustedes de colores y las llenan de dimensiones, las enaltecen y las cuidan hasta el punto de que un canto puedan reflejar su inmensidad para la humanidad. Qué sabios son ellos dos.

Otro aspecto al que me quiero referir es que en mi caminar, la mujer se ha convertido en el abanico de posibilidades para vivir. No solo se puede ver como un cuerpo, hay que acceder a sus ideas, a sus sueños, a sus expectativas y a su lenguaje. Y ella, toda ella, te puede enseñar los caminos del amor, desde la corporalidad hasta la espiritualidad. Voy a contar por que he llegado a esta premisa.

La mujer es sabia por naturaleza, bien por intelectualidad o conocimiento, o por intuición o emoción. Lo digo por que lo siento y presiento cada día. mi abuela es muy sabia, mi otra abuela es muy hábil. Las dos han tejido la historia de nuestra familia. Claro que los abuelos han tenido parte en el asunto, pero son ellas, matronas, las que han querido salgamos todos adelante. Y verlas a ellas, como ustedes pueden ver a sus abuelas, que tanto tienen y que tanto nos han enseñado. Ellas, han visto los cambios, la época de los azules y los rojos, hasta la violencia actual. El saber que tenían que tener la paciencia suficiente para criar muchos hijos. Y así y todo, los sacaron adelante. Quiero hacer una claridad. Ni soy machista ni feminista, no me interesa complicarme la vida para saber quien es mas fuerte que el otro. Y si soy reiterativo, la mujer es un fser creado para amar, ver, sentir, tocar, soñar, e idolatras, si no que lo digan los dioses romanos o de la Grecia.

También en el hoy, veo mujeres muy sabias que no se lamentan de nada, que a pesar de las circunstancias siguen pa’delante. Que luchan, que son emprendedoras, que a pesar de las circunstancias sociales, luchan por conseguir un hogar, por poner orden, por dar sentido a la vida de los suyos o de los allegados. Es cierto, la sociedad en que vivimos tiene dos esquemas, los que desean que la mujer sea una esclava del hombre, y los que la ridiculizan afanosamente para ganar adeptos a sus campañas de vida. Pero existe un tercer espacio, los soñadores como Yo, los admiradores de la belleza sea cual sea, de los que escribimos en las noches o en cualquier momento un verso, de los que cantamos alegorías al cielo para honrar la mujer como la musa para querer.

La sociedad actual tiene esquemas, lo sabemos pues es la orientación pedagógica la que nos lo indica. Pero quiero decirles que me incomoda abiertamente como hombre, que muchos otros, solo desean parafernar, fanfarronear, o conquistar sin sentir el amor. Por ello, encuentro en la calle, en la universidad, o en cualquier lugar, jóvenes con niños, o viudas, o divorciadas. Mujeres abandonadas por hombres que no entienden que la mujer es para habitar en el corazón y en la razón. Esa es la razón de vivir en la vida. Pero ahí siguen, luchando con entereza, y fuerza, guiando a los suyos o los ajenos, por el camino del amor y de la fe.

Esto es un elogio a usted mujer, canto de vida, canto de emoción desde el corazón, por que a veces siento, sufren mucho, pero también ganan mucho. El afecto es de ustedes y para ustedes. Nosotros los hombres, simplemente seríamos un punto opaco en la sociedad si ustedes no nos bajaran de los deseos de guerra o de las nubes de poder o de los síndromes de gloría que nos hemos estipulado para ganar. No es para reírse, pero el siguiente comentario es verdadero. Algunos de nosotros tenemos dificultades severas para combinar la ropa, para vestirnos bien, para planchar o lavar la ropa, para cocinar. Si ustedes no nos apoyaran en esto, muchos habríamos muerto de inanición, no s colocaríamos lo mismo del día anterior o simplemente seguiríamos siendo abandonados de nuestro cuerpo. Por que hasta en eso intervienen ustedes, nos obligan a hacer deporte, a vernos bellos para ustedes y a ordenar el hogar. Ahora si pueden reírse, gracias por estar.

Que lugar tan maravilloso ha pintado Dios en nuestra mente. Un paraíso con un complemento tierno. Que arquitecto ha sido Dios al crearnos al hombre y a la mujer en un mismo instante – perdóneme aquellos que tengan otra visión teológica – por que eso somos. Seres que podemos amarnos con intensidad, vivir cómodamente sin prejuicios, sin dolor. El hombre y la mujer viven el uno para el otro. Y ese otro, que en el hoy desde mi perspectiva como hombre le digo: usted es la flor del jardín de los pensamientos. El sendero que debe caminarse para poder llegar a un sitio especial, el corazón. El construir los sueños, el agua que baña las ideas de amor.

Que más puedo decir de ustedes, mujeres. De usted mujer que camina a mi lado, que corre, que vuela, que intenta dar más de sí, que lucha por hacerse entender, por defender sus derechos, por hacerse sentir. Que sabe que si no hay pan hoy mañana lo habrá., que si quiere algo lo puede pedir. Por que muchos son súbditos si lo desea. Por que muchos están aprendiendo, como Yo a entender que son la maravillosa creación, más que el mismo mundo con todo su esplendor y especies.

Para ir terminando, recuerdo que en algunos viajes que he hecho, me he preguntado varias veces, de dónde salen tantas estrellas que caminan por ahí, vestidas de colores como flores en el jardín de Dios, que ha creado para nosotros.

Y a veces he sido ciego o ignorante al no saber que son más mujeres que hombres en el mundo, que vale la pena sentirlas, que es bueno compartir sus ideas y construir los sueños para la humanidad. Que nos hacen falta, mucha falta, que a veces los miedos de hombre salen a flote y no nos dejan hablar, por que las amamos tanto, que alguien por ahí, se le ocurrió decir, que debemos amarlas por toda la eternidad.

Así como comienzo entonces termino. Borges me ha cobijado, benedetti me ha endulzado, Arjona ha cantado, Plaza ha soñado, Miguel Angelo las ha plasmado, Dios las ha creado... y yo simplemente las he amado, las amo, y las amaré hasta el fin de mis días...

Y creo que ningún hombre, podrá caminar solo, sin una compañía femenina al lado, por que son ustedes el paraíso encantado, ese que Dios nos ha dado...

Quisiera compartirles, para cerrar el discurso, de un libro de poemas que he escrito, llamado mujer, algo que me incita a escribir para redimir mis amores o enaltecer los sabores, y que en su introducción dice:

“Qué puede inspirar a un poeta. Miles y miles de cosas que caminan por ahí. Y en éste caminar, encuéntrase una luz, ella que irradia por si misma, ella que construye los deseos y los sueños, ella que expele el olor de las mieles de la vida. Esa es mi vida, la mujer como melodía de un querer de amante o experto sabedor de la vid.

Es ella la piel del día, el sol o la alegría, así de simple es la vida, de un caminante viendo en el mundo como Dios ha creado un ser maravilloso para la compañía. Y es la mujer en la vida.

Mujer, que caminas por ahí, diciendo que el querer es para querer, y vives soñando para ti, pues regálame un pedacito de ti, para poder soñar contigo”
Muchas gracias por estar aquí, ocupando un lugar en el mundo, en el corazón, en los pensamientos y en la razón de nosotros los hombres, en la historia, el presente y el futuro de la humanidad. Que Dios las guarde y abrigue en su amor, por siempre...

No hay comentarios:

Publicar un comentario